7 años

Sirahí es el nombre de una pequeña que está creciendo bajo el lecho de una familia pseudo-cristiana, su cumpleaños número 7 le trajo una piñata que parecía uno de esos borradores de Disney que huelen bien rico en donde ponen a un personaje, en este caso una de las taquilleras princesas, y le dan una tercera dimensión para hacerla piñata, el lugar de convivio fue el parque que esta frente a mi casa, el ingenio, una chicanada y el aro del tablero de basquetbol fue todo lo que necesitaron para implementar el principio básico de todas las piñatas, la polea.
Al lugar llegaron señores con pantalones de vestir, camisas en tonos lisos, corbatas igual de austeras y zapatos bien lustrados, las señoras con faldas y vestidos que en el mejor de los casos estaban una cuarta por debajo de la rodilla, Sirahí tenía un vestido que muy seguramente fue confeccionado por su madre en tela dorada y encaje amarillo, la sonrisa que se dibujaba en su cara era típica de las niñas de 7 que son festejadas en el parque frente a mi casa, sin igual, no importa donde ni como, lo lindo e increíble es tener una fiesta en tu honor.
La abuela de la niña, quien por cierto es mi vecina, se dio cuenta que veía desde el portal del patio de mi casa, con señas me dio a entender que sería bienvenido en caso de que yo quisiera ir al convivio, pero de igual forma le di a entender que no era lo mejor. Quién sabe si me entendió. 
No recuerdo cuando fue la última vez que yo tuve una piñata, de hecho solo recuerdo una, tendría como unos 8 o 9 años, no debió ser tan buena porque no tengo muchos recuerdos de ella. Un mal humor de mi parte porque mi santa madre me hizo vestir una estúpida y maricona camisa rosa frente a mis primitos hijos de puta en aquel entonces; y mi rostro lleno de betún por que alguno de mis primitos anteriormente mencionados hizo lo lógico cuando soplaba las velitas de mi pastel.
Probablemente Sirahí tenga por mucho tiempo las frescas imágenes de sus felices 7 años en el parque Josefa Ortiz de Domínguez, quizás ella no tiene primitos hijos de su puta madre ni fue enterrada en su pastel de cumpleaños, a lo mejor ella aprecia el esfuerzo hecho por sus padres para darle un rato de alegría en compañía de sus amigos y primos, pero sin duda alguna su rostro no reflejaba otra cosa que no fuera felicidad.
That’s it.

Hearth in a cage by Strokes.

3 comentarios:

Jo dijo...

tengo buenos recuerdos de mis dias de infancia sobre todo de las fiestas .. auque fueron pocas. La verdad naie se acuerda mi cumple cae en vacaciones y en fiestas tradicionales ja

la ventaja es que ya nadie sabe exactamente que edad tengo. odio las piñatas y los payasos
ahora de ciertas fiestas... los borrachos que por cierto se convirtieron en mis primos muchos de ellos..

ja que aburrida.

bueno los bocrrachos tranquilos y risueños no jaja

Mara Jiménez dijo...

Tengo la clara impresión de muchas fiestas infantiles son una demostración de "status" de los padres. Pero a mi me ha tocado organizar estas fiestas, y te digo que hay un ineludible deseo de organizar la fiesta que uno no tuvo de niño... Quedan los recuerdos, las fotos... y la resaca.
Yo odio el pastel.

NTQVCA dijo...

El sábado fui al cumpleaños número 8 de mi sobrina, y si, la cara de felicidad no pudo ser empañada por nada.
¿Porque los adultos tenemos que complicarnos tanto la vida jefecito?