Dinero.

Hace rato hojeando un libro me encontré con un billullo de 50 baros entre sus páginas, dada la situación por la que atravieso ahora, pese a que 50 baros no sirven para prácticamente nada me alegró la tarde de manera particular. Y es que me recordó una sensación que solía sentir cuando era estudiante de secundaria y tenía voz de puto pito. Cada mañana, salvo raras excepciones, salía de mi casa aún en penumbras, caminaba unas cuadras hasta llegar a la esquina donde tomaba el camión, siempre era el primero en llegar a esa esquina, hecho que ayudaba a que yo pudiera preparar mi juego. Mis padres nunca me daban mucho dinero para gastar en la escuela, lo poco que me daban prefería no gastarlo en la escuela sino volver a casa y comprarme porquerías para disfrutar de una buena tarde de televisión de paga o algunos ratos pegado a la ventana que daba a la calle donde veía a los demás niños jugar. Volviendo a la esquina donde esperaba el camión cada mañana, un buen día se me cayó una moneda y cayó justo sobre la tierra que se amontona debajo de las aceras de las banquetas, la moneda casi se cubrió por la tierra suelta y entonces se me ocurrió una fantástica idea.

¿Y si entierro mi moneda y la recojo 4 o 5 horas más tarde?

Pues va, lo más que podía perder era mi preciada moneda. Y la escondí.
Paso el camión, llegué a la escuela, tome mis clases, jugué béisbol, vi a los demás gastar dinero y yo ni me acordaba de mi moneda hasta que salí de la escuela.
En chinga corrí a la parada del camión, comí moras de los árboles mientras este último pasaba y cuando al fin pasó y lo abordé me emocionaba el hecho de pensar en mi pinchi moneda común y corriente. Llegué a mi parada y me baje rápido, caminé hasta el otro lado de la acera para buscar mi moneda y para mi terrible sorpresa después de mi primera búsqueda no encontré ni chingaditas madres. Me encabroné y volví a buscar, esta vez si corrí con suerte, ahí estaba mi moneda. Sobra decir que me sentí como Alibaba cuando encontró el escondite de los 40 ladrones y escucho la frase que abría el mismo. Y esa tarde fui el estudiante de secundaria con voz de puto pito más feliz del mundo. Repetí la aventura durante los próximos meses llenando de adrenalina mis días hasta que perdió la gracia y dejé de hacerlo, aunque no niego que para mi sigue siendo algo emocionante recuperar algo que para bien o para mal ya dabas por perdido.

Hoy no escucho nada, tengo planeado realizar un experimento en el que evaluaré que ventajas tiene no escuchar música mientras trabajo, o al menos mientras escribo.

4 comentarios:

Jo dijo...

pues la ventaja de no escuchar musica mientras escribes o trabajas es quizá librarte de algun incauto que no se libró a su vez de su adolescente voz de puto.. digo pito

...

oye vamos por un takechi aunque sea

no?

:)

besos de pichón

la MaLquEridA dijo...

Por lo menos, según lo que dices se te quito la voz de pito, porque no me imagino que si estás alto, tengas voz de silbato.
No, no quiero imaginarlo.

Saludos mi Rich... sin música.

La Guera Rodríguez dijo...

jajaja...voz de pito!!
creo que tienes que poner un podcast para saber si se te quitó o no.

Regreso..voy a buscar entre algunos libros, necesito algo de $...

Besos Mi Rich!

Diana

NTQVCA dijo...

Ya te imagino hablando asi, oye yo hacía algo parecido, pero después de enterrar el tesoro hacía un elaborado mapa para encontrarlo después, no se me fuera a mover el arbol.